"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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23-06-2016 |
Francia es el centro de la crisis europea
Rafael Poch/
El ambiente en París, ciudad en la que palpita el corazón de Francia, se está haciendo más rebelde. Desde que el 19 de febrero se colgara en la red la llamada contra la ley laboral que fue inmediatamente firmada por más de un millón de personas, se han sucedido nueve jornadas de protesta y huelga sindical, y multitud de manifestaciones. En ese caldo nació la ocupación de las plazas, el 31 de marzo, y se alzaron los estudiantes. Desde entonces cada día ocurre algo, algún desafío, alguna protesta. Qué lejos queda el ambiente del pasado otoño, cuando era el Frente Nacional quien determinaba los temas del debate público y las políticas xenófobas, identitarias y de seguridad ante el terrorismo. Hoy es lo social lo que prima. Y como telón de fondo, cada vez más presente, el descrédito de la Unión Europea.
El epicentro del problema no es el Brexit. Una eventual salida del Reino Unido de la UE es economicamente irrelevante (hay mucha exageración ahí), pero políticamente debilitaría la influencia de Estados Unidos, del que el Reino Unido ha sido el más solicito servidor, en el continente. Solo por eso harán cualquier cosa por evitarla, pero el verdadero problema está en Francia. Fue Francia, no Inglaterra, la fundadora de lo que se está desmoronando desde 2007. Y es aquí donde se decidirá la verdadera partida.
Después de Grecia (71%), Francia es líder europeo en opinión desfavorable sobre la UE: 61%. En el último año ese desprestigio ha aumentado aquí 15 puntos. En España (49%), 16 puntos, según el último sondeo. El proyecto de reforma laboral está culminado tres décadas de frustración francesa por el robo de soberanía y el deterioro del nivel de vida medido en; recortes de ingresos, aumento de la desigualdad y retroceso de los servicios públicos. Esa es la enfermedad francesa.
En el nombre de Europa
Todo eso se ha ido imponiendo en nombre de Europa, y el proyecto de ley laboral, que se quiere forzar por decreto a falta de mayoría en el parlamento y en la calle, ha sido la gota que ha colmado el vaso. El gobierno francés no parece entender la situación y sigue viviendo en el universo anterior a febrero. Por eso responde con el arsenal de una firmeza ultraderechista: desde esta semana se ha introducido una amenaza de prohibición de manifestarse, alegando las turbias violencias de las manifestaciones que la policía ha propiciado por acción -nunca se había visto tanta violencia policial y tantos manifestantes heridos- y omisión, por la indulgencia oportunista demostrada hacia la acción de los casseurs. Sin miedo al ridículo, el Ministerio del Interior ha llegado a recomendar que no se hable de política en los estadios durante la Eurocopa, oportunidad cirquense en la que Hollande y Valls querían ampararse para capear el temporal social, entre un ataque yihadista y otro que fortaleciera una victimizada unión sagrada. Todo esto no parece estar funcionando muy bien e ilustra la incapacidad de los gobernantes para comprender la situación. Se sabe que el proyecto de ley está directamente inspirado en las directrices, documentos y resoluciones de la Comisión Europea, organismo que, tras lo que se vio en Grecia el pasado julio, “es capaz de verdaderos golpes de Estado”, como dijo el domingo una dirigente izquierdista en el Teatro Dejazet de París.
Moción de censura a la UE
En ese contexto, el 28 de mayo, antes de diluirse, quizás temporalmente, en todo un rosario de acciones y proyectos activistas, la asamblea de la Nuit Debout parisina aprobó uno de esos documentos que acaso sean vistos como históricos cuando culmine el actual proceso ciudadano. Se trata de la Moción de censura contra la Unión Europea. En siete párrafos y cuatro conclusiones se resume todo el alegato ciudadano contra la UE: su dictado de políticas violadoras del derecho y de la libertad sindical, la utilización del euro y el dumping fiscal para empobrecer a los Estados y privatizar el sector público, la sumisión de esa política a los intereses de las multinacionales, la inmoralidad de sus políticas migratorias violadoras de la convención de Ginebra, su apoyo a las intervenciones militares que ponen en peligro la paz mundial y fomentan el militarismo, y, finalmente, la constatación de que todas esas orientaciones se adoptaron contra lo expresado en las urnas (en Grecia, Portugal y antes en Francia, Holanda e Irlanda) en virtud de la doctrina Juncker que afirma que, “no hay opción democrática contra los tratados europeos”.
Considerando todo eso, la asamblea -unas 300 personas, pero no se rían de las minorías cuando una situación social es propicia-; acuerda la desconfianza en la Comisión Europea y sus instituciones, censura a la UE y sus tratados y pide la dimisión de la Comisión, propone votar esta moción en las plazas de Francia y de Europa, y llama a construir una Europa solidaria entre sus pueblos y respetuosa de la soberanía popular.
Ha quedado dicho, a 28 de mayo de 2016, en este París cuyo ambiente se hace más rebelde.
La Vanguardia, 17 de junio 2016
FRANCIA. MOVILIZACIONES CONTRA LA REFORMA LABORAL
El gobierno tiene miedo
COLECTIVO
Aquí están, su gran miedo y el intento enorme por tatar de ocultarlo jugando a quienes con mano dura no ceden nunca. Nos lo estábamos esperando desde hace meses y ya ha llegado. El gobierno amenaza con prohibir las manifestaciones. ¿El sumun de los inaceptable? Con este gobierno siempre puede haber algo peor. Un gobierno que al mismo tiempo que conmemora con cinismo las huelgas del Frente Popular, defiende los intereses de los poderosos, de sus beneficios y del dinero; está claro, es su guerra; pero bien podría tragarse sus celebraciones y recuperaciones de un pasado que no deja de maldecir.
Este gobierno tiene miedo: no es raro. Tiene motivos para ello ante la solidaridad que estamos construyendo frente al poder y su brazo armado. Ante las imágenes de manifestantes, que en silencio, atienden a las personas heridas, a pesar de los lacrimógenos, de los matracazos y de las granadas de dispersión. Ante las cuantiosas imágenes de personas heridas a las que la policía continúan golpeando en tierra, mientras que de forma espontánea se forman cadenas humanas para protegerlos. Ante las iniciativas, textos, concentraciones y muestras de apoyo contra las detenciones preventivas, inculpaciones y condenas infames. ¿Cuántos policía serán inculpados por las y los manifestantes heridos, mutilados y en coma?
Hollande, Valls y sus aliados querrían quebrar esa marea enorme, la que se manifiesta por cientos de miles. Prosiguen su guerra en todos los frente: a través de una violencia física desbocada; de una violencia judicial de magistrados con resoluciones que encarcelan y quiebran vidas; de la violencia mediática llena de desinformación y descrédito; de la violencia antidemocrática a golpe del artículo 49.3 [hacer pasar la ley negando el voto a la Asamblea Nacional], de la prohibición para acudir a las manifestaciones [elaborando una lista negra de gente que tiene prohibido de acudir a las manifestaciones] y retenciones domiciliarias en base al estado de excepción; y de la violencia social infligida a millones de hombres y mujeres en condiciones de trabajo precarias o despedidas. Al poder le gustaría impedir por todos los medios lo que le parece peligroso y que resulta inmenso: la convergencia de los barrios populares en los que se combaten las violencias policiales desde hace años, de las luchas de las y los inmigrantes y sin-papeles, de las y los sindicalistas, universitarios y estudiantes movilizados que no dan el brazo a torcer. La firmeza da poder, como lo da el sentimiento de las personas, colectivos y organizaciones que hasta ahora no se hablaban entre si y ahora se reencuentran. Se da dado un gran paso y su huella quedará para el futuro.
Desprecio
No convenceremos a los poderosos de este mundo; tampoco tenemos intención de hacerlo. Pero contra el discurso dominante y todopoderoso, podemos convencer a quienes conocen de cerca la violencia cotidiana. La violencia del desprecio social y del abismo que nos separa de los ricos. La violencia del chantaje en el empleo que lleva a aceptar condiciones deplorables y hace que parta por los aires la solidaridad y, a veces, hasta la dignidad; la violencia del sufrimiento, cuando se está en paro o en el trabajo, la puesta en competencia de todos contra todos, de la gestión empresarial basada en la obediencia ciega; la violencia de los controles en función del color de la piel y de las discriminaciones. Hablan de fuerzas del orden; pero ¿de qué orden? El orden social de los evasores fiscales, del CAC 40 [Ibex 35] y de los mercados financieros.
Unos cuantos escaparates rotos de bancos, de compañías de seguros y de supermercados no son nada en comparación con esta violencia. Se piense lo que se piense de su pertinencia, estas acciones plantean sobre todo preguntas; ¿qué es un banco y qué hay detrás de él: la tragicomedia financiera? Brecht lo resumió de un plumazo: " Hay algo peor que atracar un banco, crea uno nuevo" . ¿Cómo quieren hacernos creer que la violencia de este mundo se resume en esos escaparates rotos? Los media son especialistas en eso, con sus portadas y sus imágenes desvergonzadamente seleccionadas y repetidas sin cesar. Pero hay un tiempo en el que eso ya no funciona; y parece que ese tiempo ha llegado.
La patronal puede dejar de funcionar: no tenemos necesidad de ellos. Pero cuando las y los trabajadores de las basuras, de los puertos, de la enseñanza, de correos, del espectáculo hacen huelga…, de repente, se hace evidente lo mucho que aportan. Haga lo que haga este gobierno, continuaremos manifestándonos. ¡Y con ganas! Pero no sólo nos manifestaremos. Continuaremos con las huelgas, los bloqueos y las ocupaciones. Estas son las armas de los que apenas tienen nada. Y su impacto puede ser mucho más fuerte que el de las porras y las tonfas.
18/06/2016
Pierre Alferi (escritor), Jean-Claude Amara (portavoz de Droits devant !!), Nathalie Astolfi (enseñante), Ana Azaria (presidente de Femmes Egalité), Igor Babou (universitario), Etienne Balibar (filófoso), Ludivine Bantigny (historiador), Amal Bentounsi (Urgence Notre Police Assassine), Eric Beynel (portavoz de Solidaires), Daniel Blondet (militante anti-imperialista), Antoine Boulangé (enseñante), Claude Calame (historiador), Laurent Cauwet (editor), Manuel Cervera-Marzal (sociólogo), Déborah Cohen (historiadora), Christine Delphy (socióloga), Alain Dervin (enseñante), Paul Dirkx (sociólogo), Joss Dray (fotógrafo), Julien Dufour (doctor en sociología), Jules Falquet (sociólogo), Eric Fassin (sociólogo), Samantha Faubert (hispanista), Sophie Fesdjian (antropóloga, enseñante), Alain Frappier (ilustrador), Désirée Frappier (guinista), Bernard Friot (sociólogo), Luc Gaffet (militante CGT), Fanny Gallot (historiadora), Franck Gaudichaud (politólogo), Valérie Gérard (filósofo), Céline Gondard-Lalanne (portavoz Solidaires), Nahema Hanafi (historiadora), Samuel Hayat (politólogo), Eric Hazan (autor y editor), Catherine Jardin (editora), François Jarrige (historiadora), Fanny Jedlicki (socióloga), Claude Kaiser (militante anti-nuclear), Leslie Kaplan (escritora), Patrice Lardeux (militante CGT), Mathilde Larrère (historiadora), Olivier Le Cour Grandmaison (porf universitario), Pascal Maillard (prof universitario y sindicalista), Philippe Marlière (politólogo), Bénédicte Monville-De Cecco (consejero regional región parisina (EELV)), Olivier Neveux (historiador del arte), Ugo Palheta (sociólogo), Willy Pelletier (sociólogo), Irène Pereira (socióloga), Roland Pfefferkorn (sociólogo), Christian Pierrel (PCOF); Christine Poupin (NPA), Théo Roumier (sindicalista «On bloque tout ! »), Omar Slaouti (enseñante), Federico Tarragoni (sociólogo), Jacques Testart (biólogo), Julien Théry-Astruc (historiador), Michel Tort (psicoanalista), François Tronche (director de investigación en el CNRS), Marlène Tuininga (4ACG), Béatrice Turpin (cineasta militante), Sophie Wauquier (lingüista)
Traducción: VIENTO SUR